12 mayo 2006

El apreciado regalo

Hoy quería ir al parque y tumbarme sobre la hierba. Observar, sencillamente. Y tal vez pensar.

Entro en el parque. Es inmenso. Hay poca gente. Hay caminos. Los hay rectos y curvos, amplios y estrechos.

Hay muchas zonas verdes. Extensas, sinuosas. Es lo que buscaba. Me dirijo a ellas. Quiero tumbarme sobre la hierba y observar, sencillamente. Tal vez pensar. Pero me espera una sorpresa. Césped húmedo. Imposible tumbarse, para no mojarse.

Entonces me doy cuenta de que se trata de un regalo. Y lo acepto: disfruto de su acolchado tacto bajo mis pies. Es muy relajante la sensación de andar sobre él cuando está recién regado. Chof, chof, chof... Fuish, fuish, fuish...








Ya no es césped, ahora es un colchón de agua. Todo es cambio. En el cambio está la clave. Salgo de él con una sonrisa.


No hay nubes, hay sol. Hace mucho calor. Todo es cambio... Incluso la obra de arte creada por el artista, la escultura que concibió, se renueva en su uso, se hace más práctica al hombre. Se convierte en arte que cobija bajo su sombra al anciano y al niño. En el cambio está la clave.








¿Cuál es la distancia que separa lo cotidiano de lo especial?¿qué distingue lo inoportuno del apreciado regalo?. Acertaste: el cambio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué separa la realidad cotidiana de lo especial?¿Dónde está el salto de lo prosaico a lo mágico?¿Y del deseo a la realidad? ¿Y de lo imposible a lo posible?¿Y de atreverse a no atreverse? ¡El cambio! ¿Qué nos separa del cambio? La estabilidad, la seguridad, ese fuerte ingenuo, de soldaditos de plástico, para evitar que entre el mar. Saludos.

Anónimo dijo...

Es muy Zen todo eso. Me ha gustado lo de caminar sobre el césped.