09 febrero 2009

Lo que hice...

Saqué un hilo de mi corazón y lo uní al Sol, para que una cálida gota siempre me alimentase.

Dejé que mis pies enraizasen, para recordar a cada momento quién era.

Extendí mis brazos al cielo, alargando infinitamente mis dedos y, convirtiéndolos en velas, escapé del puzzle en el que debía encajar.

Respiré el aterciopelado recuerdo de mi infancia para dar un soplo de vida a mis ahogas esperanzas.

Amé al odio que me cercó con las espinas de una rosa bella y terrible. Y, así, esta olvidó sus espinas y dejó volar sus pétalos al viento allanando mis pasos y bañándome en su aroma.

Dejé por el camino lo que poseía, perdiendo poco a poco el recuerdo de quien era. Ajeno a mí, me descubrí, y vacío de toda carga me preparé para tomar lo que quería.

Y ahora, donde quiera que me dirija, guardo en mi mano una semilla dorada. Una vez su luz me iluminó cuando todas las demás desaparecieron.