25 septiembre 2010

Tengo...

Tengo la piel grapada al asfalto, y todo sobre él me tensa y me hiere.

Tengo desde hace años un puño de ácido que quemó mi pecho y anida infeccioso en mi corazón.

Tengo la culpa como mal endémico en mi estómago, que apenas es ya poco más que un fantasma.

Tengo el sueño corrompido por el miedo, que hace de mi yerma carne un recuerdo y de mis huesos una marioneta que mueve con hilos de insidia.

Tengo la lanza del castigo atravesando mi columna, haciéndome trofeo de impoluta inquisidora.

Tengo la costalada de la ira, pues su embestida nunca aprendí a esquivar.

Tengo la maldición del sentir, que ningún hombre debería tener. Apenas vislumbro la belleza del paraiso, pues paso la mayor parte mi tiempo consumido por las llamas de las emociones, en un infierno del que nadie me salvará y del que nadie tiene entendimiento.

Y tengo un fantasma que me acecha al anochecer y al amanecer. Susurra recuerdos de gótica negrura. Inspira mi aliento, vacía mi alma y me embalsama con el sudor del desaliento y la angustia. Y cada noche y cada amanecer, mi esperanza y alegría quedan más exprimidas y agotadas.