07 marzo 2010

Me alejé de la luz

Me alejé de la luz. Me fui de aquél que tanta luz tenía a su alrededor. Su halo brillante cubría todo mi cuerpo, mi ser, el de todos cuantos le rodeaban. Mis ojos aún estaban imantados de pasión y abstracción. Qué dulzura, qué brisa tan purificadora corría en su presencia. Qué luz tan perfecta.

Me alejé de su luz. Me separé de su mística presencia. Dejé de oír su voz de miel, canto de ruiseñor extinto. Perdí los ojos de mirada cartográfica. Me perdí.

Limpié mis oídos con silencio y lavé mis ojos en tinaja de fría noche. Sordo y ciego, me busqué. Acercándome a las sombras, me abrigué de oscuridad.

Me alejé de la luz... para buscar la mía. Invisible bajo el resplandor ajeno, diluida en el brillo del maestro, cómo buscarla en presencia del astro rey. No estaba solo, ni apenado, ni alejado, ni abandonado. Ya refulgente espada con lengua de fuego, ya tenue fósforo... No hay más preciado tesoro, no más reconfortante abrazo, que la mano que sostiene el candil encontrado entre las sobras del corazón.