Cobre y oro brotan de su mentón.
Del alba de su sonrisa despuntan blancos lienzos, promesas de su interior.
El arrullo de su voz, acunó al dolido niño.
La danza de sus manos, cautivó la piel que encarcela.
Y del pozo de su mirada, bebió el sediento de aliento.
1 comentario:
No sé cómo ha pasado para mí inadvertido este poema maravilloso tanto tiempo...¡qué lindo! ¡Qué profundo!
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